La música, arma sonora de la nación desde sus orígenes

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A 155 años de la firma de la Primera Constitución de la República en armas, la creación musical, su impronta, es instrumento poderoso para la libertad de Cuba
La música, arma sonora de la nación desde sus orígenes
Fotos: Internet

Por Yahily Hernández Porto/Radio Camagüey

Camagüey, Cuba, 10 abr.- La música cubana, su evolución y desarrollo es reflejo fiel de cada momento histórico. Letras hinchadas de amor por el suelo patrio no solo describen y secundan las luchas por la independencia, sino que también serían fuentes de inspiración para la creación.

A la huella particular en la creación artística sonora de un acontecimiento social, histórico, político y cultural de gran trascendencia: la firma de la Primera Constitución de la República en Armas, ocurrida el 10 de abril de 1869 en el municipio camagüeyano de Guáimaro, se acerca este trabajo para desentrañar su aporte en la formación de la nacionalidad cubana y el pensamiento emancipador de generaciones de cubanas y cubanos.

Este tema, poco difundido, resulta novedoso y atrayente porque vuelven las artes a tener un rol preponderante en la conformación y consolidación de la conciencia nacional al revelar cómo en toda la región los compositores desafiaron al yugo español desde la creación artística.

La música, arma sonora de la nación desde sus orígenes

Inicios de una lucha también sonora

Guáimaro no fue solo el inicio de la constituyente cubana, sino un lugar donde la música cantó a la gesta Patria.

Así lo revela la Doctora en Ciencias de las Artes Verónica Elvira Fernández en su artículo La música principeña en torno a la Asamblea Constituyente de Guáimaro, publicado en el libro Cuando la luz del mundo crece. Sesquicentenario de la Asamblea de Guáimaro (1869-2019), quien subraya que los primeros antecedentes de los himnos de tema patriótico en toda la región se localizan hacia 1821 y tras la Asamblea Constituyente tomarían fuerza para sembrar una rica y amplia obra musical.

Asevera, además, que en ese mismo año Francisco «Frasquito» Agüero y Velazco compuso el Himno cubano, al que siguieron otras composiciones de asuntos patrióticos en el legendario Camagüey como forma legítima de expresión popular.

Sobre este canto se ha hablado poco en los libros de musicología de la isla, excepto en el volumen Historia de la nación cubana, del compilador Ramiro Guerra, donde Gonzalo Roig lo destaca como el «originario de todos los de su tipo dentro de la música patriótica».

El himno de Frasquito Agüero, perteneciente al género canción, antecede cronológicamente no solo al de Bayamo, de Pedro «Perucho» Figueredo, en 1868 (con el que guarda relaciones musicales impresionantes), sino que también se adelanta a la periodización evolutiva de la música cubana establecida por la musicología.

Por sus características musicales este cántico debe enmarcarse en la segunda etapa del proceso de cubanización de la canción -a partir de 1860, cuando se vigoriza el sentimiento de independencia-, pero por la fecha es anterior incluso a las primeras composiciones publicadas en la prensa, subrayó la experta.

Desde su título –Himno cubano– se vislumbra el poder de su letra y envergadura para todos los habitantes del archipiélago porque no es solo un tema camagüeyano, sino de alcance nacional, que hace un llamado a la unidad del pueblo para luchar por la libertad de Cuba, no la de una región.

De igual naturaleza y relevancia fue el aria de igual nombre creado por el principeño Vicente de la Rosa, músico pardo y director de la Academia y Orquesta San Fernando. Esta composición nace en octubre de 1868 como el Himno de Bayamo.

Dentro del variado repertorio escrito y entonado en la extensa llanura central resaltan La sombra de Agüero (compuesto en 1852 por De la Rosa) y la danza Los lamentos, escrita un año después por el clarinetista de su orquesta Nicolás González, cuando fueron sembradas las cuatro palmas en la Plaza de Armas en honor a Joaquín de Agüero y sus compañeros fusilados.

Todas las melodías coincidían en su valor patriótico y en el compromiso de los autores con la época y los hechos que se vivían en el Puerto Príncipe de entonces.

Musicalización para la independencia

Los acuerdos tomados en la Asamblea Constituyente de Guáimaro tuvieron repercusión en diversas aéreas de la cultura y esencialmente en la música de tema patriótico, tradición que se arraigó porque a partir de aquella fecha singulares melodías nacieron de la espontaneidad pueblerina y de sentimientos comprometidos con la causa libertaria, con sus héroes, quienes también merecieron el homenaje melódico que los inmortalizó.

Eduardo Agramonte Piña

Sobre este parecer la también profesora Elvira Fernández asegura que los ideales defendidos en Guáimaro tuvieron representación en la música lugareña. En la lista de obras estudiadas por la experta destaca la del insigne Eduardo Agramonte Piña, médico, mambí y con ciertos estudios musicales, quien concibió los estremecedores toques de corneta que acompañaron a las tropas durante todas las acciones en el campo de batalla del siglo XIX.

Agramonte Piña creó los toques de carácter defensivo como la Marcha de artillería, Fuego y Al machete; y otros de acción inmediata como Ensillar, Marcha, A retaguardia; los de alarma como el toque de Retirada y otros de servicio como Agua y Retreta.

Su legado no quedó en el olvido pues uno de los pocos ejemplos melódicos que ilustra la segunda etapa del proceso de cubanización de la canción en el territorio corresponde a la pieza dedicada a este prócer a raíz de su muerte, el 8 de marzo de 1872.

Canción histórica a Eduardo Agramonte o Himno fúnebre a la memoria del coronel Eduardo Agramonte, compuesta por Silvestre Montejo, tuvo varias versiones para formato de bandas y para voz y piano, lo cual la hizo popular en Camagüey, Oriente y Las Villas.

Otro ejemplar vibrante que inmortalizó a los héroes de la patria fue el canto compuesto por el compatriota Francisco Arredondo Miranda para el Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz, la figura más descollante de la independencia en toda la región central, electo Secretario de Guerra en la Asamblea Constituyente de 1869.

En esta obra, nombrada tal cual el prócer, se evoca la admiración no solo del autor por Agramonte, sino también de todos los principeños.

El Himno de Bayamo y los camagüeyanos

Si bien la Asamblea de Guáimaro dejó establecida al Himno de Bayamo compuesto por Perucho Figueredo como himno de reconocimiento oficial de las gestas libertarias varios músicos agramontinos contribuyeron a perpetuarlo con su sonoridad actual.

Con la quema de Bayamo la partitura primigenia de lo que es hoy el Himno Nacional de Cuba se extinguió con las llamas. Solo quedó en la memoria colectiva su melodía y letra de quienes lo entonaron en ese glorioso octubre de 1869.

Ante esa realidad José Martí pidió al camagüeyano emigrado hacia los Estados Unidos, Emilio Agramonte, una versión con acompañamiento para piano, el cual se interpretó en las diferentes acciones revolucionarias de los emigrados. Aquella adaptación se publicó en el número 16 del periódico Patria, en Nueva York, el 25 de agosto de 1892.

Sobre ese trascendental suceso la estudiosa Fernández Díaz subrayó en su investigación que «la partitura de Agramonte incluyó, efectivamente, una armonización para piano que permitió la interpretación del himno en tertulias y actividades conspirativas. En ella se redujo el número inicial de seis estrofas concebidas por Figueredo a tan solo dos, las que hoy se interpretan; recreó aspectos melódicos que no cambian sustancialmente el sentido primigenio del canto guerrero e invirtió los adjetivos ʹafrentaʹ y ʹoprobioʹ que aparecen en la segunda línea de la segunda estrofa, quedó entonces: ʹEn cadenas vivir es vivir/ en afrenta y oprobio sumido/ del clarín escuchad el sonido,/ ¡a las ramas valientes corred!ʹ”.

La música, arma sonora de la nación desde sus orígenes

Esta no fue la única readecuación del himno de combate cubano. Otros músicos camagüeyanos como Gaspar Agüero, José Molina Torres y José Marín Varona influyeron en el acabado sonoro del conocido en la actualidad. Pero fue Marín Varona quien más aportó a su evolución, «por sus vínculos con la guerra del 95, con la creación de bandas militares durante la República y con el amplio repertorio de música de carácter patrio», subrayó la estudiosa.

En la obra creadora de Varona destacan las zarzuelas El alcalde de Güira o la Invasión a Occidente, ambas de 1899; también El 10 de Octubre, El grito de Baire y Maniobras militares, todas de 1911; más la obertura Patria, de 1912, dedicada a Ignacio Agramonte, la cual se estrenó ese año durante la develación de la estatua ecuestre de El Mayor en el parque que hoy lleva su nombre en la Ciudad de los Tinajones.

Otros himnos como Al libertador Máximo Gómez e Himno de Bayamo, y los dedicados a José Martí y a José de la Luz y Caballero reflejan su compromiso con los más grandes pensadores y patriotas cubanos, tal como sus variadas marchas expresan su sentido de amor por la libertad de Cuba.

Sobre Marín Varona, asegura la investigadora Verónica Elvira Fernández, que sus tres versiones del Himno de Bayamo «constituyen un peldaño intermedio entre la armonización para voz y piano de Emilio Agramonte y la versión para banda de Antonio Rodríguez Ferrer, la que actualmente representa a Cuba y a su pueblo en los ámbitos nacional e internacional.

José Marín Varona

Su principal aporte a la versión final concebida por Rodríguez Ferrer se relaciona con la incorporación de la introducción con su diana, si bien, Rodríguez Ferrer perfiló la que Marín Varona había incorporado a sus versiones para piano”, detalla Fernández.

El panorama sonoro en torno a la independencia de la patria, sus procesos y esencialmente el vínculo de la música lugareña con los ideales defendidos en la Asamblea Constituyente de Guáimaro es semilla profunda que germina para la conformación de un sentimiento sólido, profundo y plural en generaciones de cubanas y cubanos por la soberanía, el cual llega como certera arma ideológica y de combate en el presente, permeado por una ola pseudocultural que intenta matar las identidades de los pueblos.

Es la música, entonces, un instrumento para expresar sentimientos y convocar multitudes en torno a una causa, parte esencial de una cultura que en medio del amplio abanico multicolor de las disciplinas del arte se transforma, a través del verbo cantado, en espada y escudo de la patria. La historia así lo refrenda.