Camagüey, Cuba, 6 jul.- El racismo ha perdurado a lo largo del tiempo por intereses sociales de capas o grupos, y su irracionalidad desconoce que cada ser humano es único
Cuba posee una cultura mestiza proveniente de sus raíces históricas, de población aborigen escasa y diezmada por un proceso de conquista y colonización. Los habitantes de esta isla se mezclaron a partir de un proceso migratorio; los colonos españoles incapaces de realizar el trabajo forzoso, trajeron negros para encargarse de estas labores, estos con rasgos autóctonos del continente africano, poseían atributos físicos diferentes, además de llegar en condición de esclavos.
En este largo bregar de diferencias se mantuvo el archipiélago cubano hasta enero de 1959. El impacto del triunfo revolucionario liderado por Fidel Castro desquebrajó las barreras legales que impedían al negro tener acceso a espacios culturales, sociales o políticos y aportó equidades en el ámbito laboral.
No es menos cierto y justo reconocer que la Revolución cubana pretendió barrer las diferencias sociales, pero sobre todo raciales. Fue esta una de sus más importantes misiones, pero la realidad ha sido otra. Para arrasar con estos estereotipos de superioridad entre unos y otros era necesario limpiar con la mentalidad edificada a lo largo de cinco siglos.
No es un hecho personal o una experiencia de un grupo minúsculo, nuestra nación tiene un largo camino hacia la mezcla del ajiaco que definiera Fernando Ortiz.
El racismo, a veces solapado de varias formas, ya no necesita un látigo. Hace mucho que se escudriña detrás de supuestas buenas acciones. Los negros, he escuchado decir en reiteradas ocasiones, están diseñados para el deporte, la música popular… cualidades que no deberían ser absolutas.
Las palabras que empleamos son las primeras que demuestran lo lejos que estamos de la equidad y la conciencia colectiva de que todos somos iguales. Los esfuerzos del gobierno en darnos las mismas oportunidades son varios, sin embargo, se trata del sentimiento de superioridad que ha vivido la humanidad a lo largo del tiempo.
Es hora de ponerle fin a esta forma de pensar absurda y de creernos diferentes a otros, el racismo como expresión de dominación, y en cualquier escenario, nos hará daño no solo a nosotros, sino también a nuestros hijos.
Betzabe Cabreja Jeffers/ Radio Camagüey