Un Requiem por Yarini desde Camagüey

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La puesta envuelve con el desgarro de sus actores, es una mezcla de personajes e historias de ficción y realidad desecha de máscaras para exponer lo verdaderamente cubano
Un Requiem por Yarini desde Camagüey
Fotos: Adelante

Por Daylén Fenollar Alemán/Radio Camagüey

Noviembre, 2024.- Alberto Yarini Ponce de León llegó a Camagüey vestido de Alejandro, como lo reinventó Carlos Felipe para las tablas décadas atrás, pero ahora de la mano de Carlos Díaz y su grupo Teatro El Público, con versión dramatúrgica de Norge Espinosa Mendoza.

Si hubo uno de su gremio tan famoso en Camagüey como el rey del habanero San Isidro, no lo sé, pero a la grandeza del chulo que se transformó en mito, no la dejará morir el paso de los años.

La mística de Yarini y el arte se unieron en una comunión perfecta; en un acto de valentía el pueblo fue a rendir sus respetos, a pesar de las tinieblas, se lanzaron a ese oasis de luz que hoy más que nunca fue el teatro.

Rostros novedosos, y otros conocidos por los camagüeyanos, dispusieron de sobrado talento junto a la calidad de la propuesta técnica en la escena, para recrear un burdel de aquella Habana ya vieja, en el mismo centro de la Ciudad de los Tinajones.

La obra, una de las más relevantes de la dramaturgia cubana, realza aún más el halo de aquel joven que supo enamorar y elevar el deseo de La Habana de principios del siglo XX, y a través del tiempo siguió su conquista de creadores y creyentes.

Sobresale a la par de quien le da nombre al texto, la mujer hecha por los golpes de la vida, que se impone a todos y a la vez se empequeñece ante la fuerza de sus sentimientos; La Jabá, encarna a las que sucumbieron al encanto del proxeneta nacido en buena cuna, tanto como representa la fiereza de hacerse con poder, con las herramientas que le permitía otra época, en un mundo dominado por hombres.

Un aspecto llamativo es la relación que propone Réquiem por Yarini, entre este y la también impactante Macorina, dos leyendas, a sus maneras y en sus contextos, pero que simbolizan una Habana plagada de matices, y más que la propia ciudad, Cuba.

La puesta envuelve con el desgarro de sus actores, es una mezcla de personajes e historias de ficción y realidad desecha de máscaras para exponer lo verdaderamente cubano: el sincretismo, la pasión, la marginalidad, la fuerza, el orgullo de quienes nacieron en esta tierra.

Las luces de las salas de teatro emiten destellos mientras se levante el telón, pero no todos pueden encontrar su rastro a través de la oscuridad. ¿Seguirá vivo realmente ese aire de festival? Ese que tanta gente se esfuerza por mantener y con el que muchos crecimos.

Teatro El Público transportó al 2024 al rey del barrio San Isidro, con una excelencia garantizada por la maestría de este colectivo sobre las tablas, y por la gran acogida que tuvo su temporada desde que inició en la capital a mediados de este año.

Adorado, odiado, envidiado y glorificado con la misma intensidad por todos en su momento, pese a las balas, la sangre y el tiempo, Yarini no muere. ¿Habrá logrado otro lo que él?