Una historia que nos habla del respaldo necesario de la familia y la sociedad a las personas no heterosexuales y del respeto a los derechos humanos por encima de todo
Por Diosmel Galano Oliver/Radio Camagüey
Octubre, 2024.- Desde su estreno hace menos de un mes en Netflix, la serie El secreto del río logró posicionarse como la más vista en esa plataforma de todas las que llevan el sello mexicano.
Aunque locaciones, personajes y tramas pueden acercarse a otras propuestas similares el impacto del audiovisual, la huella que deja en las personas, parece estar en la presentación muy acertada de la comunidad Muxe, manera azteca de nombrar a mujeres intersexuales, aunque culturalmente encierra mucho más está palabra.
Pero vayamos por paso, dejemos que el susurro del arroyo nos envuelva.
Manuel y Erik construyen a sus nueve años una amistad muy fuerte que sobrepasa los machistas criterios paternos de no relacionarse con un niño «afeminado», que evoluciona para superar prejuicios iniciales hasta formar una alianza contra el acoso escolar o escaparse y encontrar la verdad sobre la causa de la separación materna, compañerismo que se sella con el secreto que los pequeños comparten.
La vida los separa y veinte años después el reencuentro se produce entre el joven Erik, ahora casado con Paulina, su novia desde la infancia, y Sicarú, mujer transexual que desde Estados Unidos regresa al paraje rural debido al fallecimiento de la abuela. Entonces se reviven viejos vínculos y resistencias, porque aquellos niños se prometieron amistad eterna y ahora la imagen de uno de ellos se ajustó a su verdadera identidad sexual.
Es entonces otra noble causa la que los rescata, pues en el pueblo las autoridades policiales son parte de una red de tráfico de personas, sobre todo menores, y con los elementos propios de las series de acción enlaza persecuciones, intrigas y disparos.
Así pudiera casi resumirse El secreto del río, una fórmula ya probada en México y otras latitudes que siempre tiene muchos adeptos, pero ¿por qué su éxito?
En el realismo de la propuesta radica una de las causas que responden a esta interrogante, que fueran mujeres transexuales e integrantes de la comunidad muxe quienes dieran vida a los personajes es un total acierto, que, además, permite denunciar la exclusión social en la que aún están y las formas de violencia a la que se mantienen expuestas debido a la falta de protección.
La exploración de la relación adulta entre Erik y Sicarú es también positiva, desde las dudas y deseos que resultan normales entre un hombre y una mujer, hasta el diálogo necesario para mantener y reforzar la amistad, desde otros códigos y principios.
Es entonces El secreto del río una propuesta muy disfrutable, de las que se beben de un solo golpe y que te dejan con los deseos de más. Una historia que nos habla del respaldo necesario de la familia y la sociedad a las personas no heterosexuales y del respeto a los derechos humanos por encima de todo.