Por Jesmir Varona Socías/Colaboradora
Febrero, 2023.- Si te preguntara por una comida tradicional del Camagüey seguro me vas a invitar a un suculento ajiaco, pero si te pido algo para acompañarlo ¿me ofrecerías una torta de casabe? Pues la prefiero al pan o las galletas, eso me lo enseño mi abuela y desde entonces me encanta el casabe.
Por eso quise conocer dónde lo producen en el territorio y después de informarme partí hacia el poblado de Vilató, en el municipio de Sierra de Cubitas, allí se asientan muchas familias casaberas, de ellas pude visitar unas cuantas y voy a compartir contigo todo lo que allí pude aprender.
PRIMERA PARADA
Familia Oscar Nápoles Elisa
Desde el desarrollo de la civilización en la Isla los aborígenes al verse necesitados de guardar sus alimentos comenzaron a rayar la yuca y hornearla, en el burén, surge así aquel delicioso alimento que llega hasta la actualidad y acompaña la dieta de muchas maneras.
Esa torta blanca y seca que al humedecerla con agua de sal acompaña masas de cerdo, royitos de tasajo o espesa el ajiaco, solo se produce en la zona oriental, en la provincia aún queda la tradición casabera en el poblado de Vilató.
Allí Oscar Nápoles Elisa nos abrió su casabería para mostrarnos una producción que mantiene hace 40 años durante diez meses del año.
“La historia del casabe en mi familia lleva más de 40 años, yo aprendí con el viejo mío, yo creo que él aprendió con los indios”, dice en broma, luego piensa y continua.
“Comenzamos por sembrar nuestra propia yuca, luego de recogerla, rayamos, lavamos, va al macuto, a la prensa y allí queda por ocho horas para secar la catibia, una vez seca se cuela y llega el momento más difícil, el de quemar u hornear en el burén. Es un trabajo muy caluroso y durante horas, que termina enterciando, es decir, empaquetando las tortas en pilas de 75, en dos pencas de guano”.
Al preguntarle qué se siente al ver este producto que ha logrado con sus manos responde: “Se siente muy bien verlo siempre en la mesa y, sobre todo, que las personas vengan de Camagüey buscando la casa de Oscar porque está bueno el casabe allí”.
Claro que en esta familia no puede faltar el casabe, si el sello distintivo es secreto de familia y los enorgullece, por eso al recibir el Reconocimiento Patrimonio Vivo, otorgado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey (OHCC), Oscar aseguró continuar fabricando esta deliciosa herencia aborigen, que al degustarla nos transporta al pasado.
SEGUNDA PARADA
Casa de Bertha Alfonso Nápoles, esposa de Ito (Evangelio Ramírez López)
La palabra casabe es tan antigua como el propio alimento, se refiere a una torta de yuca rayada, disecada y tostada sobre el burén, que producían los aborígenes para contar con ella en el periodo en que escaseaba el tubérculo.
Siguiendo por la ruta fui a dar a casa de esta sencilla señora, quien también nos abrió su casabería, herencia del fallecido esposo Ito, quien era un reconocido casabero de la zona.
“Él se hizo casabero quemando las tortas de otro famoso productor de la zona, durante cuatro décadas de matrimonio aprendí el oficio y le puso el sello de la familia, porque no es por presumir, pero nuestro casabe es el más blanco de todos por aquí”.
Al decir de Bertha y de otros vecinos su casabe es el más blanco que se produce en Vilató, para eso mantiene las rutinas del raspado y lavado a mano, porque aunque sea más trabajoso su sello de calidad lo garantizan sus manos y eso no quiere perderlo, así honra la memoria del esposo, quien la llevó al mundo de esas curiosas tortas.
ANTES DEL REGRESO
Ya casi de vuelta me encontré -reclinado en su taburete bajo una mata de mangos- a Secundino Valdés.
Este señor, de unos 75 años, desde pequeño aprendió a hacer casabe en el hogar, por eso con orgullo cuenta lo que representa el legendario producto.
“El casabe es muy bueno, como alimento es excelente para acompañar, solo no, pero mojado y con aliño es una delicia, yo tengo un amigo médico en Camagüey que siempre espera mis tortas”.
El productor está seguro que la preciada torta no va a desaparecer porque siempre surgirán nuevos herederos del oficio.
Después de este viaje tras su ruta, esta reportera puede regresar feliz porque no solo trajo casabe a casa, sino la satisfacción de ver cómo y dónde se elabora, junto a nuevas formas de servirlo a la mesa.