Un ambiente de sosiego en el Hotel Isla del Sur

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Fragmentos libro de relatos Muchachos en los Canarreo

Fotos: Tomadas de https://isladelajuventud-cuba.com/hotel-isla-del-sur/

Por Lázaro David Najarro Pujol/Colaborador

Enero, 2022.- El Hotel Isla del Sur abrió sus puertas unas semanas antes del triunfo de la Revolución. En 1955 Batista había declarado a la Isla de Pinos como «zona libre», lo que facilitó la construcción de hoteles y casinos. Pero el Comandante mandó a parar (como señala la canción de Carlos Puebla) Se acabó la diversión/ llegó el Comandante/ y mandó a parar.

El Hotel Isla del Sur es una edificación de arquitectura colonial de colores tropicales. Las habitaciones son cómodas, de grandes ventanas mirando hacia el sureste. En la actualidad (2023) cuenta con 59 habitaciones, 47 estándar y 12 matrimoniales; y maniobra exclusivamente para un turoperador italiano. Además, posee dos restaurantes y un bar.

Está rodeado de un hermoso jardín donde crecen varios tipos de rosales, cocoteros y árboles ornamentales: muy próxima al hospedaje se disfruta de “una de las playas más bella de Cuba y del Caribe. Rodeado de exuberantes palmeras y situado frente a una playa de arena muy fina y blanca, mezclada con aguas claras de tonos cristalinos, un bello paisaje a su alrededor, ofreciéndole a los clientes una sensación de paz, serenidad, libertad y en plena armonía con la naturaleza (…)”.

-¡Aquí si sopla fuerte el viento!- dice Onelio.

El viento del mar del norte penetra por las rendijas. Su fuerte golpe contra las persianas semiabiertas provoca un lindo silbido. Parece como si tocaran una flauta en la habitación.

En la terraza nos sentamos a contemplar el atardecer y las arenas de Playa Blanca. Desde aquí divisamos el infinito juntándose con el cielo y el sol en su caída en el mar para desaparecer con la oscuridad de la noche. Quedo dormido con el roce de la brisa que viene del sur.

-David, David, despierta.

-Es verdad, en lo que observaba las estrellas y el puesto de Cocodrilos me quedé dormido. Oye, estaba soñando que me encontraba en la escuela.

Nace otro amanecer.

-Oye, ¿te enteraste?

-De qué tengo que enterarme-, pregunto a Onelio.

-¿Tú sabes por qué la comunidad se llama Cocodrilo?

-Bueno, en los ejercicios el Sargento dijo eso del cocodrilo.

-Pancho, así es como lo han bautizado.

-El Sargento nos dijo que Pancho se atraviesa a tomar los rayos del sol. Con frecuencia, en medio del camino que conduce al poblado, toma posición en un pequeño arroyo.

-¿Dijo si se había comido a alguien?

-No, Onelio, no. Dice que es muy manso y no ataca a los humanos.

-Bueno, a mí me dijo un guardia hace un ratico que había unos cuantos carros detenidos en la carretera porque ese Pancho estaba disfrutando de su momento de ocio y nadie se atreve a interrumpir su descanso. Entonces no es tan manso como lo pintan. Cuando él está en la laguna que atraviesa el camino se detienen los carros y la gente. Ojalá que no se nos atraviese en el camino.

Entre trincheras y grasa de equipos militares transcurre el tiempo. No nos percatamos del «castigo» que nos había aplicado el Sargento. Tampoco nos arriesgamos a comprobar la nobleza del reptil.

-David, nos ha venido muy bien la estancia en Cocodrilo.

-Recuerda lo que dice el refrán: «A veces lo que sucede conviene» Con los guardafronteras aprendimos mucho y nos quitamos de encima las marchas militares.

-Sí, pero espero que sea la última vez que nos envíen aquí castigados. El Sargento me advirtió que una indisciplina más y nos regresaría a la escuela. ¿Y sabrás lo que nos pasará? Nos van a votar de la escuela también.

-Eso espero…

-¿Qué esperas? ¿Qué te voten de la escuela?

-No. Qué sea la última vez que nos envíen aquí castigados.

Cuando nos estábamos acostumbrando a los «rigores» de la disciplina militar nos informan que el Sargento quería vernos.

-Oigan, muchachos, recojan que van a regresar a la cooperativa pesquera. El jeep los está esperando-, nos avisa un oficial.

-Oiga, Sargento, si usted quiere nos quedamos un mes más aquí.

-Ustedes dos han sido muy eficientes aquí, pero deben incorporarse a las clases. Miren, tengan esto. Es un documento en el que el mando reconoce su buen comportamiento.

-Oiga, Sargento, van a decir que falsificamos esos papeles. Nadie va a creer que nos portamos tan bien-, digo sonriendo.

-Me han informado que no solo se han portado bien, sino que han sido muy útiles. Pero vamos, vamos, que me arrepiento y no los dejo ir.

-¡Qué le oigan!-, dije.

Nos despedimos de todos los presentes; nos montamos en el vehículo y cerramos la puerta. Cae la tarde y el sol comienza a ocultarse.

-Los invitamos a regresar. Pero no los quiero aquí castigados-, dice un oficial sonriendo.

Miro nostálgico hacia el hotel, las cabañas, el parque, las instalaciones… cuando resuelvo dar un último vistazo a Cocodrilo el jeep se pone en marcha. El poblado queda atrás, se disipa con los últimos rayos de sol. Las luces de las cabañas comienzan a encenderse.